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Lo real no es más que un suplente
de lo posible

Lo creíste y no era eso, ¿verdad?

Pasados estos meses podemos decirlo, no fue el tamaño de la cama, como pensaron aquellos, ni la encantadora cantidad de problemas, como pensé yo.
Es fácil, dicen, porque no hay verdad que pueda conocerse, pero esa magia ni a aquellos ni a mí nos sirvió.
¿Cuál es el secreto que quieren revelarme? ¿Que la realidad tiene estatuto de ficción?
Todavía ayer escuchaba que entre los seres humanos y el mundo hay un muro, y que el lenguaje esculpe la razón. Permítanme que dude, filósofos, los fantasmas de la sustancia vienen con lágrimas a buscarme para cenar hoy.

Pena, goce, emoción y las ruinas intencionales de tantos estallidos. Y no me culpen por quedarme de espectadora, si todos mis pedazos están enteros entonces no me pertenece nada de lo que hay esparcido.
Es que yo recuerdo.
Preguntemos, si, recordemos y preguntemos de nuevo a lo frío de hace un año, y a los fríos más antiguos que existen, si los mapas y los trazados no fueron como son. ¿No sirvió de nada lo que pasó?
La memoria no es un exceso, ni aún falsa, la experiencia es barata ya que sucede, y la astucia puede ser y puede no ser funcional a la razón.

Las hormigas no creen, pero algo creen, pienso que creen lo mismo que yo.
¿Y vos no?
Hay quienes piensan que todo lo significativo es ajeno, externo y extraño, y los entiendo.
Es la cárcel tibia, es el abrazo abandonado, es casi como la condenada suerte que tuviste vos. Y es cadena de aire y es consuelo enredado, es el determinismo sorpresivo de una caricia, es la serpiente mordiéndose la cola en la repetición, y es, yo les digo, la más suave demolición.
Hagan como hago yo, que sueño cuando me despierto y vigilo cuando duermo, que me amarro a la sabiduría de elegir eso, lo peor.
Porque no es la primera vez que danzo cuando canta el Eclesiastés, y aunque todo es ciertamente poco nuevo y también la música es vieja, yo no soy la misma cada vez.

Hay cosas que no engañan.
Nosotros, por ejemplo, porque estamos vivos.